El Roí - “Dios que me ve”
(Génesis 16:13)
Absolutamente, no debemos de dudar que todo lo que ocurre en nuestras vidas forma parte de un plan maravilloso, el cual Dios ha establecido para nosotros. Pero muchas veces, cuando los problemas vienen a nuestra vida podemos llegamos a pensar ¿Son las circunstancias tan hostiles que desalientan nuestro corazón?
Cuando leemos el pasaje de Génesis 16:1-16, podemos ver como las circunstancias que estaba pasando Agar, la sierva de Sara, esposa de Abraham, y que por motivo de la esterilidad de Sara, no le daba hijos a Abraham. Sintiéndose responsable de la situación, Sara toma la iniciativa para una solución. El plan de Sara era que Agar, su sierva adquirida en Egipto, sea la madre biológica del hijo de Abraham, y ella la madre legal. Según códigos de leyes encontrados, esta práctica era común en ese tiempo, similar al recurso de los bebé-probeta o de matriz-sustituta de nuestros tiempos.
Pero surge un conflicto entre Sara y Agar una vez que ésta queda embarazada de Abraham. Además de los celos y menosprecios, el conflicto se agrava por el temor de Sara de perder ante Agar su lugar de señora de Abraham (Prov. 30:21–23). Sara consigue primero el apoyo total de su esposo y luego aflige a Agar de tal manera que ésta huye y se dirige a Egipto por el camino del desierto de Shur al sur de Beerseba.
En su huida por el desierto, Agar recibe la visita del ángel de Jehová, junto a una fuente de agua en el desierto. El ángel además de aconsejarla, le da a Agar una promesa muy grande, que multiplicaría su descendencia con Ismael, la cual no podrá ser contada por su multitud, “porque Jehová había oído su aflicción”.
Ella invocó el nombre de Jehovah, que hablaba con ella, y dijo: "Tú eres un Dios que me ve". Pues pensó: "¿Acaso no he visto aquí al que me ve?" (Génesis 16:13)
Agar Pensó que nadie oía su clamor, pero Dios si la oía, ella pensó que su problema no le interesaba a nadie, pero Dios se intereso en ella.
Las aflicciones que vienen a nuestra vida, son temporales, y la más fuerte de ellas no se puede comparar con la gloria que se va a manifestar en nosotros.
En vez de ahondar en los síntomas de la realidad imperante, meditemos en las promesas de Dios, para nuestras vidas, las cuales son agradables y perfectas.
En vez de someternos a la derrota o al desánimo, alabemos a Dios por su bondad y providencia, la cual nunca nos dejara, ya que al ha prometido estar siempre de nuestro lado.
Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová.
(Salmo 34:19)
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