El MEDIO de la Justificación.
Ya hemos hablado anteriormente, que el pecador obtiene la justicia de Dios, por medio de la fe, o sea que nadie puede ser justificado sino por la fe, pero, sin embargo, nadie es justificado sobre su fe. Para explicar lo anterior, debemos de tener en cuenta que la fe, en sí misma, no salva al pecador, ya que solo lo salvara sí y solo sí, le lleva a Cristo, que es quien le salva, lo que nos lleva a concluir, que aún cuando la fe es un medio necesario para la justificación, no es en sí misma la causa o la base de la justificación.
Para aclarar mas este punto, se puede decir que Pablo, nunca está diciendo que los creyentes son justificados por causa de su fe, ya que si la fe fuera la base de la justificación, la fe se convertiría entonces en una obra meritoria para el creyente, con lo que el evangelio se basaría en una justificación por las obras del creyente, algo que Pablo rotundamente niega (Rom. 4:4; 11:6; Gal. 5:1-12). Realmente Pablo considera la fe, no como la causa de la justificación, sino que, más bien la ve como la mano vacía del pecador, extendida, que recibe la justicia de Dios, gratuitamente, al recibir a Cristo.
La fe, no es algo que pueda ya estar en el alma de cada uno de nosotros, que solo se necesite ser dirigida hacia Cristo, para que la misma pueda ser efectiva en uno mismo, sino que al contrario, esta es creada en el alma nuestra por el Espíritu Santo, cuando nacemos de nuevo, en Cristo. La fe no es algo que el hombre pueda darle o regalarle a Dios, muy al contrario es, el regalo de Dios para el hombre.
B. La salvación al hombre sin excepción
La salvación del hombre caído, por medio de la única condición de la fe en Cristo, es dada a todos los hombres sin excepción alguna, judíos o no judíos (gentiles). Esto era algo difícil de entender por los grandes maestros del judaísmo, ya que muchos de estos judíos, creían que Dios mostraría su misericordia y amor, solamente al pueblo de Israel. Si alguno que no fuera del pueblo de Israel, algún gentil, quería ser salvo, según su entendimiento, los judíos pensaban que el mismo debía de someterse a la ley de Moisés, debiendo de ser circuncidado, y por consiguiente, convertirse en miembro del pueblo judío, para que con esto Dios pudiera salvarle.
Al contrario, Pablo nos muestra que esto no es así, ya que todo aquel que cree en el evangelio, sin distinción de raza y sin distinción de cualquiera otra cosa, tiene la promesa de la salvación, que es en Cristo Jesús.
Esto, como que no era algo nuevo que se estuviera predicando, o que Pablo fuera el primero en predicarlo. Lo mismo ya se había enseñado en el Antiguo Testamento, algo que Pablo tiene muy presente, ya que para sentar la base de la doctrina de la justificación por la fe, que como ya lo hemos dicho anteriormente, es la base del evangelio y tema de esta carta a los romanos, Pablo cita a Habacuc 2:4.
Pero antes de desarrollar el tema de la justificación por la fe, Pablo, desde el versículo 1:18 hasta el versículo 3:20, nos muestra el hecho que todos los hombres son pecadores, que ni uno sólo puede llegar a ser justificado por una obediencia personal a la Ley. El hombre puede buscar de muchas maneras estar en una correcta relación con Dios, pero con sus obras no podrá nunca poder hacerlo, será solamente por su absoluta fe en el amor de Dios, demostrada por la obra de Jesucristo su hijo, que hará posible que el hombre, no importando su nacionalidad, entra en esa estrecha relación con Dios.
Conclusión
Para concluir este tema, debemos de tener en cuenta, el no confundir la justicia que nos fue dada, o imputada, la cual hemos recibido por la fe, con “actos, u obras personales” de justicia que algún creyente pudiera hacer, como resultado de la obra del Espíritu Santo, que habita en sus corazones al momento de haber creído en Cristo. Estas obras personales, no le añaden nada o le dan valor a nuestra justificación.
La justicia por la cual hemos sido justificados, no es algo que nosotros hayamos hecho por nosotros, o algo que de nuestro interior hayamos hecho crecer o dirigir, sino que, muy al contrario, fue algo que se hizo para nosotros y se nos fue imputado.
Es la obra que Cristo hizo, y al mismo tiempo sufrió para satisfacer las demandas de la ley, que somos justificados. Es por su sangre derramada, por su muerte, por su obediencia, que somos hechos justos en El, y somos justificados por El.
La justicia de Dios, revelada en el evangelio, por el cual somos hecho justos, es la justicia perfecta de Cristo, que cumple completamente todos los requisitos de la ley a la que todos los hombres están sujetos y la que todos los hombres han quebrantado.
Para tratar de ejemplificar lo anteriormente escrito, veamos el siguiente caso: Supongamos que hemos sido encontrados culpables de un gran delito en un proceso judicial, y el juez nos ha condenado a la pena de muerte, por este delito. No tenemos ya nada que apelar, pues todos los recursos han sido agotados, solamente esperar que la sentencia sea ejecutoriada. Pero, cuando ya no teníamos esperanza alguna, el juez nos indica que nos da una medida sustitutiva para evitar la pena de muerte, y nos concede una fianza para salir libres. Pero de nuevo, recibimos una nueva desilusión, al comprobar que la fianza es demasiada elevada, y que no tenemos con qué pagarla, ni trabajando día y noche toda nuestra vida, podemos llegar a pagarla. Y de repente, el juez hace una excepción y nos da otra salida, y nos dice que él nos dará con que pagar esta fianza tan grande, y lo hará de una manera gratuita, que lo único que tenemos que hacer es…aceptar dicha oferta. Oh, qué alegría, el juez nos ha dado con que pagar la fianza para que salgamos libres!!
Como nos sentiríamos, si nos pasara algo parecido? No estaríamos sumamente felices y agradecidos con el juez?
Pero nuestra felicidad, no nos deja ver, que aunque somos libres de muerte, también somos o nos hemos convertido en deudores del juez que pago la fianza por nosotros verdad?
Que nos queda por hacer?
Si somos consientes de esto, lo que nos queda por hacer es pues, pagar de alguna manera la deuda, con alguna obra de agradecimiento por haber sido liberados de una muerte segura.
En eso nos hemos convertido, todos aquellos que hemos sido justificados por la fe en Cristo. Ahora somos deudores de Él, para toda nuestra vida…hagamos entonces obras de agradecimiento mientras vivamos.
Dios les bendiga.